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Una vida activa tiene más beneficios a corto y largo plazo de los que crees. Nunca es tarde para empezar a cambiar de hábitos, ganar en salud, energía y calidad de vida.

Muchos de nosotros tenemos una vida sedentaria sin darnos cuenta. Pasamos horas en la oficina trabajando sentados y lo primero que hacemos al llegar a casa es descansar. No nos solemos dar cuenta de cómo afecta una vida sedentaria a nuestra salud y cuando lo hacemos es cuando la situación empieza a ser grave o nuestro cuerpo nos da un toque de atención. Con nuestros entrenadores personales podrás realizar ejercicios personalizados y mantenerte en forma y sin dolencias.

El sedentarismo es un círculo vicioso: cuanto más sedentarios somos, más inactivos estamos en todos los aspectos. Esta inactividad provoca efectos como peor calidad de sueño y por lo tanto menos descanso, cosa esencial en la vida diaria, ya que sin el descanso correcto, no rendimos. Además, el sedentarismo aumenta la sensación de hambre y por lo tanto, el riesgo de padecer sobrepeso.

No es algo nuevo el hecho de que la falta de ejercicio es una causa directa de enfermedades, pues el sedentarismo aumenta el riesgo de padecer diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares.

Según la OMS en su Informe sobre la situación mundial de las enfermedades no transmisibles, la vida sedentaria podría provocar alrededor de 3,2 millones de muerte prematura al año. No es algo sorprendente, pues el hecho de tener una vida inactiva aumenta entre un 20% y 30% el riesgo de morir de forma prematura.

Por todo esto, es importante llevar una vida activa. Os explicamos los cambios que experimenta nuestro cuerpo al llevar una vida más activa a corto y largo plazo.

Beneficios de la actividad física a corto plazo

Los primeros días nunca son fáciles y aunque notemos que nos ahogamos y probablemente tengamos agujetas, empezaremos a sentir los primeros beneficios: más energía que antes. Esto es debido a que el ejercicio sube el ritmo cardíaco y como consecuencia, aumentan el oxígeno y el flujo de sangre que llega a nuestro cerebro.

Una vez pasadas las dos semanas, nuestros músculos empiezan a responder mejor al ejercicio. Las agujetas se quedan atrás y nos resultará mucho más fácil realizar el entrenamiento. Las mitocondrias son las encargadas de convertir las grasas, carbohidratos y proteínas que consumimos en energía para nuestras células y musculatura. La producción de éstas aumenta gracias a la actividad física.

A los dos meses de llevar una vida activa es cuando empezamos a notar que estamos más en forma y que nuestra resistencia es mucho mayor. No lo notamos únicamente porque los ejercicios que realizamos nos cuesten un menor esfuerzo, si no porque en las actividades del día a día notamos menos cansancio, sentimos más energía para movernos y descansamos mucho mejor.

Beneficios de la actividad física a largo plazo

Una vez superado el medio año manteniendo una vida activa, haciendo ejercicio de forma constante, el cambio a nivel corporal se hará evidente. Al pasar esta barrera, lo más importante es que si hemos sido constantes en esta nueva vida activa, es menos probable que volvamos al sedentarismo.

Aún así, los beneficios no acaban, la vida activa ya no es solo una meta, forma parte de nuestro estilo de vida. Cuando llevamos un año con una vida activa, a largo plazo, se disminuye el riesgo de padecer enfermedades como la diabetes, la artritis y la osteoporosis, ya que nuestros huesos ganan mayor densidad y por lo tanto, están más fuertes.

Por otro lado, los beneficios de una vida activa no son solo físicos, ganaremos en salud mental. Tendremos menos posibilidades de sufrir demencia, ansiedad o depresión.

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